Pesan los pies, pesan los ojos, pesan los días, las madrugadas, las horas de autobús y, sin embargo, da pena marcharse.
Cada viaje en si mismo es un pedacito de vida, una desconexión con la rutina, unas páginas en blanco y siempre, siempre un cúmulo de emociones que, se aposentan y acomodan para no irse en un rinconcito de la mente y muchas veces del corazón.
… Y todo cuenta: las gentes, el paisaje, las formas de vida, la compañía, las sensaciones de cada momento que, mezcladas con los recuerdos, conforman una a una las nuevas páginas.
Ahora mismo aún no podría dicernir y acomodar lo vivido estos días en Rumanía, necesito para ello dejar que se aposenten las experiencias y poco a poco se conviertan en bonitos recuerdos.
El cansancio a menudo me ha desafiado e intentado hacerme detener este blog, sólo una persona sabe a qué horas me he acostado cada noche para poder tenerlo a punto y, quienes nos habéis seguido, estuvierais al tanto de nuestras experiencias, casi como si nos acompañarais. Gracias por ello. Os cuento:
Bonito y hermoso País lleno de contrastes. Ciudades que, como en todo el mundo, tienden a unificarlo todo, reñidas con el mundo rural que, al contrario, abraza las tradiciones como algo cotidiano, negándose a renunciar a sus creencias y manteniendo con obstinación sus formas de vida, en algunos casos ancestrales, manteniendo asi vivas leyendas y creencias. Aquí el porcentaje de creyentes es numeroso.
La imaginación del paisaje es inagotable y son Los Cárpatos los que se encargan de dibujar horizontes verdes, praderas diseminadas de abetos, de hayas, de nogales, de pueblecitos alineados, a un lado, en Transilvania pegaditas las casas una con otra formando una especie de muralla, al otro lado en Moldavía las casas se guardan distancias, parecen reñidas y solitarias. Contrastes del mundo rural plagado de praderas llenas de heno, de carros tirados por caballos, de campesinos sentados tras la jornada junto a sus puertas… Lejos de ser anticuadas son aldeas pintorescas y auténticas, porque así lo quieren ellos.
Y las ciudades guardan distancia a estas costumbres y se acicalan, se asean, se renuevan y muestran menos interés por la tradición y más por los avances, quieren estar en la fiesta global. Eso si, algunas de ellas conservan sus cascos históricos con un encanto especial y se convierten en atractivos lugares de convivencia. Transilvania, colonizada en el siglo XII por los alemanes, conserva ciudadelas del burgo medieval, localidades de estructura típica alemana y una variedad arquitectónica a veces desconcertante. Moldavia, repleta de monasterios, parece sin embargo no tener prisa, sus ciudades son como más serenas, más silenciosas y algunas muy, muy bellas.
Bucarest, ya lo dije el primer día, desconcierta: hormigón y vidrio, impresionantes edificios barrocos, renacentistas, dando la mano a bloques de viviendas, testimonios del régimen comunista. Avenidas, enormes, lagos… Desconcierta pero atrae, su bullicio, sus plazas, sus calles, al menos las que nosotros recorrimos, son fantásticos lugares para el paseo, el alterne y la convivencia.
No quiero extenderme más con datos que son sólo eso, datos. Prefiero, aunque es difícil, transmitir lo que allí sentí.
Ha sido un gran viaje, un viaje para ver, para entender, para pensar, para sentir y para recordar. Merece la pena y mucho este País. Hemos pasado muchos ratos en el bus, hemos sentido el peso del cansancio, pero ha merecido la pena. El grupo en general, fantástico, hemos disfrutado, hemos reído y compartido muchísimas horas juntos… grandes compañeros de viajes, grandes personas. Junto a Sorin y Niviu, conduciendo los autocares a buen ritmo, hemos tenido todo el tiempo con nosotros y para nosotros dos guías: Cristina y Adrián, ambos han dado lo mejor de si para tenernos bien informados, para que no nos faltara nada y para que nos sintiéramos en su país como en nuestra casa.
Y lo mismo que dije en Nueva York, no voy a darle un sobresaliente, o si, a Pedro por la planificación y organización de este viaje para un grupo tan numeroso, siempre con el apoyo de Nieves han resuelto un puzle difícil: la satisfacción general del grupo tras 8 duras jornadas de visitas, madrugadas, kilómetros, restaurantes y trasnochadas. Me quito el sombrero.
No voy a darle un sobresaliente, o si, a Grey por procurar que las piezas del puzle no se descasaran y siguieran el orden establecido por Pedro. ¡Buen trabajo!
Y a los seguidores gracias, mil gracias; no puede haber mejor motivación para el esfuerzo que vuestro interés. Ciertamente he tenido que robarle a la noche muchos minutos, pero aquí quedan.
Seguiremos, o eso espero,